El curioso caso de Jean-Gabriel Périot

 

Esta semana les presentamos una nueva constatación de que el gran cine también puede hacerse con un simple puñado de recortes, fotos, materiales de archivo. Ahí están A story for the Modlins o El pabellón alemán. O lo que es lo mismo: Menos es Más.

Esta vez no nos centraremos en un cortometraje en particular, sino en la obra de un cineasta asombroso: Jean-Gabriel Périot. Alguien de quien se puede decir, sin miedo, que es un artista, y que posee no una sino varias obras maestras. Artista, obras maestras. Palabras que, de tanto emplearse, hoy aparecen desgastadas, inútiles. Pero Périot las merece con todas las letras. Sin duda, estamos ante uno de los cineastas que, en los últimos años, más y mejor ha logrado despertar en nosotros el sentimiento esencial de ver cine: la fascinación.

Sorprendentemente, buena parte de la obra de Périot puede verse por la red, concretamente toda su obra hasta 2010. Y no se dejen engañar por la aparente simplicidad de su página: todo lo que hay en ella está elaborado de manera escrupulosa, con una contundencia estética absolutamente admirable.

Llegados a este punto, podemos hacer dos cosas. Una. Que el espectador navegue por su cuenta, sin indicaciones de ningún tipo, por la página de Périot. Para ello, no tiene más que ir a películas, cortometrajes, y hacer clic en cualquier título hasta 2010. Unos son mejores que otros, pero garantizamos que va a ser todo un descubrimiento. Dos. Permitir que este modesto blog les inicie en el universo del francés, mostrándoles únicamente algunos de sus mejores trabajos, y a partir de ello ustedes deciden si siguen viajando. Si es así, no perdamos más tiempo e internémonos, sin más dilación, en el cine de Jean-Gabriel Périot.

Todos sabemos que el cortometraje es terreno propicio para los experimentos narrativos. Pues bien, hay muchos, pero muchos cortos que utilizan el siguiente artefacto: comenzar por el final de la historia y terminar por el principio, en la misma línea que, pongamos por caso, El curioso caso de Benjamin Button, Memento o Palíndromos. Y, de todos estos cortos, algunos optan por un camino muy particular: el corto no sólo está narrado al revés, sino que la imagen misma va al revés. Y en este último grupo, uno de los más logrados es Undo Deshacer, de Jean-Gabriel Périot. En apariencia, todo en Undo es alentador. Las Torres Gemelas se reconstruyen solas, las bombas desexplotan, la policía desreprime, la gente desconsume, los animales sacrificados vuelven a pastar en los campos, y el hombre deja la tierra tal y como la encontró desde el principio… Pero, en realidad, todo es inquietante. Porque el hecho de mostrarlo todo al revés no crea un sentimiento de esperanza, sino que deja al descubierto un proceso que ha llevado al planeta al borde del colapso, y cuyo motor, claramente destructivo, ha sido la naturaleza psicótica de la condición humana. Cuando vemos que un policía des-sacude a un manifestante, ese hecho no nos proporciona alivio, sino que remarca la brutalidad no ya del policía, sino del ser humano en toda su extensión. Cuando Adán y Eva son readmitidos en el Edén, no sentimos que hayamos recuperado el paraíso perdido. Revivimos el momento en que lo perdimos para siempre. No se trata, pues, de decir al espectador “qué bonito sería que diéramos marcha atrás”, sino que, al ver las cosas al revés, descubrimos que la ferocidad humana es fruto de una compulsión, de un proceso depredador imparable. De hecho, el proceso finaliza con las mismas imágenes cósmicas con las que empezó: la creación sólo puede acabar con la destrucción. Undo ya muestra las constantes de toda la obra de Périot:
Una labor exhaustiva de documentación. Labor completada, casi con total seguridad, con imágenes grabadas por el propio Périot, confundidas expresamente con las imágenes de archivo.
Un montaje primoroso, con un sentido del ritmo que es un prodigio. Y no nos referimos sólo al montaje de imágenes, soberbio en sí, sino a su perfecta conjunción con el montaje de sonido, uno de los puntos fuertes de Périot.

El francés no emplea el sonido únicamente de manera clásica, como mero complemento de la imagen. El sonido es mucho más. Es un instrumento creador de atmósferas turbias, un elemento desestabilizador, del mismo modo que lo emplean Buñuel y Lynch, los cuales, no por casualidad, acabaron siendo los responsables de los efectos sonoros de sus películas. En Undo, esas musiquillas vueltas del revés no nos permiten evocar pensamientos utópicos, sino que desenmascaran, subrayan que lo que estamos viendo es una impostura. Y cuando, en el último tramo del camino de vuelta, sólo van quedando sonidos naturales, ese progresivo silencio resulta turbador.

Por último, el cine de Périot es profundamente político. Incita a la reflexión sobre los hechos que narra, obliga a que el espectador se pregunte qué es lo que estamos haciendo tan mal. Pero su reflexión no es fría y mesurada, no está hecha desde el sofá del salón, solucionando los problemas del mundo mientras se disfruta de una cerveza bien fresquita. No. Périot incita a una reflexión llena de rabia, que sólo puede ir seguida de la acción. El francés es un perfecto antecedente del pensamiento indignado.

Para confirmarlo, no hay más que ver el siguiente corto de Périot. Un corto que lleva el nombre de una memorable pintada: We are winning, don´t forget. O sea: Estamos ganando, no lo olvides. Visto lo visto, ¿se puede decir que Périot es un cineasta militante? El propio Périot no lo ve así. Para empezar, él piensa que el cine militante incita directamente a la acción, mientras que su cine incita primeramente a la reflexión, y de esa reflexión surgirá, posteriormente, la acción. Périot lo explica muy bien en la entrevista subida en la estupenda web de Blogs&Docs, que aquí aprovechamos para recomendar vivamente. Veamos la primera parte de la entrevista. Sólo la primera parte. Las palabras de Périot nos dan otra clave para entender We are winning. El francés no se centra exclusivamente en el presente, sino que pretende dar una perspectiva histórica y universal a su discurso. Por eso aparecen imágenes en blanco y negro de grupos laborales y sindicales de épocas anteriores. Por eso las fotos pertenecen a toda clase de países, profesiones y conflictos. No se trata de un problema concreto en un lugar concreto, sino que la represión de los derechos laborales es un mal endémico a nivel global. La postura de Périot tampoco es exactamente pro-anarquista. Entre las fotos de los trabajadores también hay altos cargos, policías, soldados. El problema no está en ninguna de estas instituciones en sí, sino en el uso indebido de su poder y, en último extremo, en su despersonalización, en la medida que han olvidado que también son trabajadores. Pero este corto, diga lo que diga Périot, no sería más que un panfleto total y absoluto si no fuera por la brillante elaboración visual que despliega el francés. Y, muy en especial, por la extraordinaria armonía que existe entre el montaje de imágenes y su columna sonora, el poderoso Rockets fall on Rocket Falls, del grupo de post-rock Godspeed You! Black Emperor. El rasgueo de guitarra marca el ritmo frenético con el que surgen las primeras fotos de trabajadores. Fotos neutras, inocuas, pero que se suceden con tal rapidez que revelan un extraño desequilibrio. Sí, todos sonríen en las fotos, pero algo va mal. El ritmo de fotos que impone la guitarra prácticamente no varía, pero, a medida que el tema musical crece, las fotos evolucionan. De fotos de individuos pasamos a fotos de grupos, luego a personas trabajando, así hasta llegar a grupos laborales, unidos por intereses comunes… Y sin embargo, el tema se ha ido haciendo más y más furioso, y la calma y el optimismo de esas fotos parece a punto de estallar en una explosión de agresividad. Y negro. Música e imágenes siguen con el mismo ritmo, pero las fotos dejan de ser apacibles, y dejan paso a imágenes de manifestaciones de todos los colores. La tensión comienza a salir a la superficie. De pronto, el rasgueo de la guitarra se hace más enérgico, más obsesivo, y al mismo tiempo, aparece la policía, y se inicia la confrontación. A partir de ahí, el ritmo de las fotos se reduce a la mitad, y en consecuencia, el contenido de esas fotos, repleto de cargas policiales y manifestantes ensangrentados, cobra el doble de fuerza y, con ello, despierta doble indignación en el espectador. Así, el corto incita poderosamente a seguir luchando por los derechos de los trabajadores. Y esa incitación se materializa en el último plano de los encapuchados, que muy bien podrían ser de Chiapas. Aunque este es un plano, le guste o no a Périot, claramente militante. Y tal vez equivocado, ya que la lucha de colectivos como Chiapas excede, con mucho, el ámbito de lo laboral. Es un último plano algo retórico, algo forzado. Tal vez la imagen elegida no sea la más certera. Desde luego, nada tan certero como el maravilloso título: Estamos ganando, no lo olvides. Y ya está bien de corto político. Porque este no es más que una pequeña parte de la genial obra de Périot, que se dispara en otras direcciones realmente fascinadoras, y que comentaremos a partir del 15 de julio, centrándonos en dos cortometrajes absolutamente magistrales, y cuyo título, de momento, no desvelaremos.

Si acaso, les dejamos con una imagen de uno de ellos, y que es uno de los más hermosos poemas cinematográficos de los últimos tiempos.

 

por Oscar de Julián
Cortosfera, 1 de julio de 2012
http://cortosfera.wordpress.com/2012/07/01/un-genio-rabioso-jean-gabriel-periotue/